De acuerdo con un informe del Instituto de Política Económica, cuando la brecha salarial al interior de las organizaciones se amplía desmesuradamente, tanto la motivación de los empleados como la cohesión organizativa se ven comprometidas, lo que lleva a una disminución tanto en la productividad como en el desempeño económico.
Nota escrita por Antonia Susaeta
La creciente brecha salarial entre los CEO y los trabajadores ha alcanzado proporciones inquietantes en las últimas décadas, generando preocupaciones no solo sobre la justicia, sino también sobre el impacto en la productividad y la estabilidad económica global.
En ese sentido, un informe del Instituto de Política Económica (EPI, por sus siglas en inglés) del año 2017 revela que el sueldo promedio de los CEO de las 350 empresas más grandes de Estados Unidos fue 271 veces el salario medio anual del trabajador promedio en 2016, en comparación con solo 20 veces en 1965 y 59 veces en 1989.
A su vez, dicho estudio también señala que los sueldos de los CEO experimentaron un aumento del 937% entre 1978 y 2016, mientras que el de los trabajadores promedio tuvieron un modesto incremento del 11.2%.
Sin duda, estos datos plantean serias preguntas sobre la equidad dentro de las empresas y su efecto en la eficiencia económica.
El EPI también analizó datos de 751 empresas abiertas a la bolsa en Estados Unidos entre 1992 y 2016 y se encontró una relación entre la brecha salarial y la productividad corporativa. Contrario a la intuición inicial, no es simplemente una cuestión de reducir la brecha a cero; de hecho, una brecha salarial moderada puede tener efectos positivos en la productividad, siempre y cuando se mantenga dentro de ciertos límites.
La aversión a la desigualdad y la competencia por sueldos y ascensos emergen como dos fuerzas fundamentales que influyen en la relación entre la brecha salarial y la productividad.
Por un lado, esta aversión a la desigualdad puede generar emociones negativas entre los empleados, tal y como apunta Jeffrey Pfeffer, autor del artículo Recursos humanos desde la perspectiva organizacional, quien asevera que "una brecha demasiado alta entre el CEO y el trabajador promedio puede crear fuertes emociones negativas entre empleados, lo que a su vez conduce a la insatisfacción laboral, la falta de compromiso y una menor productividad".
No obstante, la competencia por sueldos y ascensos puede motivar a los empleados a esforzarse más, pero solo hasta cierto punto, ya que una brecha salarial excesiva puede generar resentimiento y desmotivación.
Solamente para niveles intermedios de brecha salarial se observan diferentes efectos sobre la productividad general. En ese punto, la competencia por sueldos y ascensos puede contrarrestar la aversión a la desigualdad, lo que resulta en un efecto neutral en la productividad global.
Sin embargo, cuando la brecha salarial se desborda, tanto la motivación de los empleados como la cohesión organizativa se ven comprometidas, lo que lleva a una disminución en materia de productividad y desempeño económico.
Aunque empresas con sueldos promedio elevados y mayor cantidad de empleados pueden aun así lograr mejoras en la productividad, incluso cuando la brecha salarial excede cierto punto crítico, se debe tener en cuenta que ampliar esta disparidad tiene repercusiones negativas. Cuando la brecha salarial supera cierto umbral, puede socavar la moral de los empleados y generar disfunciones en la organización, afectando negativamente la productividad y el rendimiento general.
Asimismo, es importante abordar la brecha salarial desde una perspectiva de equidad y eficiencia económica, ya que, según la investigación del EPI, destaca la importancia de implementar políticas que fomenten la igualdad de sueldos y oportunidades en todas las esferas de la empresa.
Dichas políticas no solo son un imperativo ético, sino también una estrategia inteligente para mejorar la productividad y el desempeño a largo plazo de la empresa. Al promover un ambiente laboral más justo y equitativo, las empresas pueden desbloquear todo su potencial y asegurar un crecimiento sostenible y saludable en el futuro.
Más allá de las implicaciones económicas y organizativas, la brecha salarial refleja valores humanos fundamentales y plantea preguntas importantes sobre el rumbo de nuestra sociedad. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar la desigualdad? ¿Qué revela esta disparidad sobre nuestra identidad y nuestros valores culturales? ¿Cómo podemos progresar hacia una mayor equidad y justicia social?
Es esencial reflexionar sobre la distribución de ingresos finitos entre un grupo de personas, pues inevitablemente implica tomar de unos para dar a otros, lo que plantea desafíos éticos y sociales significativos.
El mensaje que hemos intentado transmitir desde 2019 en Desafío 10X es que estas cuestiones fundamentales deben abordarse con seriedad y sensibilidad, ya que no solo afectan el funcionamiento de las empresas, sino también la cohesión y la salud de nuestra sociedad en su conjunto.
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